El siglo XIX by AA. VV

El siglo XIX by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1991-01-01T00:00:00+00:00


Las mujeres y los hombres

Es probable que durante la Ilustración, y todavía a comienzos del siglo XIX, haya habido una suerte de idilio entre padres e hijas. Entonces, los hombres se dejan conmover por la fragilidad de la niña-mujer, y también por su delicadeza, su docilidad, su afecto expansivo y desarmante. Todo, por otra parte, lleva a la niñita a buscar la estima y el favor del amo de la casa: es la mejor preparación para el matrimonio, dicen las educadoras. Pero parece que a partir de ese momento hay adolescentes que de buen grado se dejan atraer, se dejan seducir, por la inteligencia del padre. El apego de Germaine de Staël por Jacques Necker tiene por base una admiración de este tipo. De la misma manera, el conde de Flavigny, a quien su hija Marie adoraba, era un hombre ilustrado provocador de ideas, prodigador de saber. No son raros los ejemplos de comienzos del siglo: en tanto los señores disponen de tiempo libre hablan con sus hijas, orientan sus lecturas, cultivan sus dones eventuales para las artes o la escritura. Pero muy pronto, absorbidos por sus asuntos, los padres del siglo XIX irán teniendo cada vez menos tiempo para consagrar a las tareas educativas y a los intercambios personales. Tienden entonces a subordinar a sus hijas, más dóciles que los hijos varones, a sus propios objetivos. Convertirse en asistente de un padre puede tener cierta ventaja: así, mademoiselle Dubois, iniciada en la venta de batistas, continuó toda su vida con ese comercio remunerador, a pesar de un excelente matrimonio. Pero con harta frecuencia esta colaboración se presenta más como una explotación lisa y llana: la joven sirve como copista o como secretaria no pagada y sin esperanza de promoción. Del mismo modo, muchas veces la joven campesina tiene que “ayudar” a su padre hasta el límite de sus fuerzas. Y en todos los medios se espera que la hija haga de enfermera del autor de sus días cuando éste envejezca.

Apenas la joven manifiesta su deseo de emancipación, estallan los conflictos. Es lo que sucede, por ejemplo, a propósito de la elección de esposo, pues es muy difícil que los padres, incluso los más liberales (en política) renuncien a controlar el compromiso de sus hijas. Victor Hugo, Karl Marx, padres venerados, padres déspotas, persiguieron a las suyas con las mejores intenciones. La tierna Elizabeth Barrett tuvo que consentir en dejarse raptar, casi a los cuarenta años, por el respetabilísimo Robert Browning para escapar a un padre abusivo. Pero entonces puede presentarse un conflicto cuando una muchacha quiere emprender estudios superiores, en lugar de dedicarse a la vida doméstica. A Louise Weiss sólo se la autorizó a inscribirse en la Sorbona tras haber pasado un año en Alemania, en un instituto de enseñanza doméstica. Sin embargo, los padres aprendieron muy pronto a sentirse orgullosos de los éxitos escolares de sus hijas e incluso a invertir en ellas, sobre todo si no tenían un hijo varón. Cuando accede a una conciencia política, la hija sigue en general la vía del padre.



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